Ruralidad


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Texto traducido a partir de un artículo del Institut Momentum


Disolución de las Insurgencias de la Tierra, una pieza más en el tablero de ajedrez de la guerra mundial declarada contra la juventud y la ecología


 por Christophe Laurens

 25 de abril de 2023


Ya llegamos. Lo que podríamos llamar el momento Darmanin en Francia es la continuación lógica del momento Trump en Estados Unidos y del momento Bolsonaro en Brasil. Estos son los primeros acontecimientos de una larga secuencia, aún por venir, en la que los líderes políticos e industriales ya no se contentarán con hacer la elección cínica de una economía capitalista injusta frente a la de una economía ecológica y social muy necesaria; acorralados por la situación, uno tras otro están declarando abiertamente la guerra a todos los movimientos ecologistas que, de un modo u otro, intentan preservar una Tierra habitable para todos.


Apenas salido de la pandemia de Covid-19 y menos de cinco años después de los primeros signos tangibles y recurrentes del calentamiento global en Europa, el gobierno francés está dando un paso decisivo por el proyecto de disolver  el movimiento “Las Insurgencias de la Tierra”. Con esta decisión, se incorpora explícitamente al frente de la guerra global abierta contra los ambientalistas por las multinacionales, los bancos y los líderes políticos de la mayoría de los países industrializados. Esta decisión, que parece apresurada y tomada bajo la presión de las luchas ambientales, es de hecho parte de la agenda mucho más amplia y cada vez más clara de los “tomadores de decisiones” del siglo XXI.


La era de los desórdenes está probablemente ante nosotros…” escribe el Deutsche Bank en un informe privado de septiembre de 2020 [1] sobre la rentabilidad de los activos a largo plazo redactada para guiar las inversiones de sus principales clientes. Y continúan así: “En los próximos años, querer ver el futuro alargando las curvas-tendencias del pasado podría constituir vuestro mayor error”. Estamos avisados, avisadas y, como era de esperar, la clave de los cambios esperados reside en las consecuencias ecológicas, sociales y políticas de esta…


Podemos leer el último capítulo de este estudio como un correcta anticipación, pero también como una correcta explicación, de la situación que estamos viviendo con las Insurgencias de la Tierra. Evoca la creciente preocupación de los inversores por las expectativas políticas y existenciales de los futuros jóvenes. “A medida que la generación más joven y pro-clima aumente naturalmente, [...] la presión para actuar aumentará y las implicaciones para la economía global podrían ser importantes. “


Pero he aquí el corazón del análisis que nos entregan los investigadores del Deutsche Bank sobre el conflicto entre economía y ecología. “Cuando el Covid-19 se propagó por el mundo entero,  unos meses después, muchos esperaban que los ambientalistas quedarían relegados en las sombras. […] No ha sucedido. De hecho, muchos ambientalistas no han visto al virus como un obstáculo para sus objetivos, sino más bien como su mejor posibilidad. Esto prepara el escenario para años de conflicto agresivo entre quienes priorizan la economía y quienes luchan por el medio ambiente. Este conflicto se extenderá a los círculos políticos y a toda la sociedad. “


Y finalmente, en la última página de este informe: “[…] La principal conclusión que se puede sacar de esta discusión ya es obvia. Ambas partes se tornan cada vez más inflexibles en su posición y ambas partes tienen muchas pruebas y deducciones lógicas de su lado. En última instancia, es una cuestión ideológica, y es una grieta que podría ser imposible de superar. Entonces debemos prepararnos. “


Todo esto tiene la virtud de la claridad y nos dice sin tapujos como se están preparando los gobiernos, los bancos y las grandes empresas para las próximas décadas: una guerra abierta contra la juventud y todos los movimientos ecologistas que les permita proteger el rendimiento de sus activos, en los que, se han dado cuenta, la idea del largo plazo es ahora muy aleatoria.


Por su parte, lo que los movimientos de ecología política, en todo el mundo, han comprendido desde hace varias décadas es precisamente que el desempeño a largo plazo de toda actividad humana y de toda la biosfera estaba en proceso de ser destruido por la prioridad, constantemente renovada ciegamente, del desarrollo del sistema colonial capitalista. Ahora nos adentramos en la tormenta y las posiciones van tomando forma. Lo que hoy está cambiando ante nuestros ojos atónitos es toda la historia de Europa, siglos de dominación que se ven arrasados por sequías, olas de calor e inundaciones, siglos en los que los témpanos de hielo se derriten y tiempos históricos que pronto serán arrasados por los ciclones de la insurrección.



El grand desorden ecocida de la modernidad



Desde las especulaciones metafísicas en los cimientos, desde los cimientos precarios a los andamios y de los andamios a las escaleras mecánicas, el gran desorden ecocida de la modernidad subió rápido, muy alto; desde la esclavitud y el uso masivo de combustibles fósiles (828 m para la torre Burj Khalifa, el corazón y alma de la ciudad de Dubai, ocho mil millones de personas en la Tierra y 415 ppm de CO2 en nuestra atmósfera compartida). En menos de dos siglos, “nosotros los occidentales” hemos urbanizado esta Tierra sin límites, haciendo con la expansión de las ciudades y con la urbanidad globalizada de los estilos de vida que la acompañan el corazón de un crecimiento económico que desprecia la “autonomía rural de nuestros antepasados; ¡Porque lo rural es lo rústico!


Sí, pero, después de algunos siglos dedicados a la construcción de una civilización de fuerte poder y de promover la destrucción de todas las formas de subsistencia ligadas al entorno - es decir de todas las economías locales verdaderamente sostenibles-, ahora tenemos que bajar de nuevo. Los esclavos han abandonado las plantaciones y la extracción de combustibles fósiles es cada vez más costosa. A pesar de las numerosas premoniciones y advertencias que nos han hecho desde el siglo XIX, a pesar de Charles Baudelaire, Walter Benjamin, Hannah Arendt, Aldo Léopold, Rachel Carson, Edourad Glissant, Vandana Shiva y mil otros... (pero ¿cuántas inteligencias brillantes y extraordinarias tendremos que citar aún para que nos escuchen los tomadores de decisiones que nunca leen?), a pesar de este fardo de advertencias que se agranda cada día, ninguna advertencia ha sido escuchada y el gran parque temático de la modernidad se va a la quiebra.


Ahora que los efectos evidentes del calentamiento global empiezan a sentirse incluso en países con aire acondicionado, todo el mundo se da cuenta, como el Deutsche Bank, que la era del desorden quizás está frente a nosotros. Inevitablemente, algo cambia y, para decirlo en palabras de James Balwin, estamos atrapados en “una venganza histórica, cósmica y basada en leyes que reconocemos cuando decimos: “Todo lo que sube debe bajar”. “ […] Y aquí estamos, en medio de la curva, entrapados en el tobogán más notorio, más costoso, más increíble que el mundo haya conocido. »”[3]


El tobogán que evoca James Baldwin es el de la modernidad que retrocede y nos lleva a todos en su aceleración a la destrucción de la vida en la Tierra. El descenso energético en el que estamos atrapados no se producirá sin grandes transformaciones políticas, sociales y ecológicas. Es cierto que hay todavía varias opciones posibles, pero declarar abiertamente la guerra a los movimientos juveniles y ambientalistas en medio de esta curva es una forma clara y decidida por la que los líderes políticos, los bancos y las empresas globalizadas nos dicen que irán hasta el final de su programa. Simplemente porque no saben hacer otra cosa. Seguirán privilegiando la economía por sobre la ecología, y el rendimiento de sus activos por sobre la juventud… mientras puedan; es decir, hasta que hundan nuestra barca colectiva. Por falta de imaginación, no se dibuja en sus mentes ninguna perspectiva más interesante.


Debemos organizarnos contra el cinismo de quienes optan por seguir construyendo para sí aeropuertos, TGV, autopistas, aerogeneradores industriales, centrales nucleares, redes 5G, satélites, armas, inteligencia artificial, centros de datos, pesticidas, fertilizantes químicos y megacuencas; es decir un mundo para su uso y beneficio privado, pero sin futuro porque literalmente insostenible y ecocida. Construido con nuestras manos, nuestra energía y contra el futuro de las comunidades humanas.


La otra gran opción que pretende frenar el descenso y amortiguar la caída es la que alimenta las Insurgencias de la Tierra, junto con muchos otros movimientos antirracistas, descolonizantes, ecofeministas y ambientalistas: la opción del cuidado. Cuidado de la Tierra y de la diversidad de sus entornos, cuidado de las comunidades vivas y de todos los seres que las pueblan, cuidado de nuestras almas y de nuestras creencias, cuidado de todas las tecnologías vivas de las que disponemos, cuidado de todas las alternativas habitantes que se vinculan con la Tierra y el cielo en una lógica permacultural tanto en la ciudad como en el campo. Y si es necesario, el desarme y el desmantelamiento progresivo de todas las infraestructuras ecocidas.


Señor Presidente, el plan para disolver el movimiento insurgencia de la Tierra ha producido una enorme explosión; una detonación tan fuerte que despertó en nosotros algo incontenible. Ha revivido en nosotros eso que se niega a participar en el vasto proyecto industrial moderno cuya consecuencia más decisiva no es la mejora del confort y la salud de unos pocos de entre nosotros sino más bien, y a muy corto plazo, la culminación de la destrucción de los entornos habitables y de sus habitantes. Somos estos habitantes y algo en nosotros se indigna, exige una vida decente, una vida que tenga sentido, una vida justa y bella, ni más ni menos. Ahora, algo dentro de nosotros se niega obstinadamente a participar en la destrucción de la vida en la Tierra.

Señor Presidente, no estamos en la tierra para matar a pobre gente y saquear mundos vivientes, mañana muy temprano cerraremos las puertas a las narices de años muertos, iremos los caminos, de Bretaña hasta Provenza, y diremos a la gente: rechacen la obediencia, rechacen el hacer, no vayan a la guerra que se libra a la Tierra.


Señor Presidente, si nos persigue, avise a su gendarme que no tendremos armas y que podrán tirar. Señor Presidente, si nos persigue, prevenga a su gendarmes que es sobre sus hijos que algún día tirarán.[4].




Christophe Laurens / 23 de abril del 2023

Texto publicado en  la revue Lundi Matin que agradecemos. 

[1] Publicado por la revista   Terrestres, 17 de mayo del 2021. 
Informe integral en :https://www.epge.fr/wp-content/uploads/2020/09/The-age-of-disorder.pdf

[2] Ver Baptiste Lanaspeze, Nature, Ed. Anamosa, 2022.

[3] James Baldwin, La prochaine fois le feu, 1962, 63, traducción francesa  Ed. Gallimard, 1963, Coll Folio 2018.

[4] Esos últimos parágrafos están inspirdos en  Déserteur, canción de Boris Vian compuesta en 1954.


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El paraiso

Giono, “El hombre que plantaba árboles”

Agronauta…

Desganados gaanaderos.

Appri -63 (pdf)

Appri-60 (pdf)